miércoles, 12 de diciembre de 2018

Antonio Rodríguez Salvador - Elogio de la lectura

Tiempo atrás mi padre compartió conmigo este artículo, que me resultó especialmente interesante. Me he tomado por tanto el atrevimiento de transcribirlo desde La jiribilla:

Elogio de la lectura
Antonio Rodríguez Salvador

Llegué de la Feria del Libro, es ahora que estoy en la Feria del Libro. No ensayo un retruécano: en realidad, la verdadera fiesta comienza cuando, ya en casa, empiezas a leer los ejemplares adquiridos.

En la Feria del Libro no hay tiempo para la lectura: saludas a aquel, conversas con el otro, asistes a la presentación de una obra… Yo voy a las presentaciones de libros más por compromiso con el autor que por necesidades literarias. Prefiero hojear con calma, de pie frente al estante, ver por mí mismo si el texto azuza la imaginación. Me escapo entonces a los pabellones donde exhiben las novedades, pero siempre aparece un conocido, y me pongo a conversar.

Todo lo creado por el hombre primero debió ser imaginado. En la imaginación opera la máquina más perfecta, se funda la ciudad más bella; podemos ser artistas famosos o campeones olímpicos. Son tan libres nuestros pensamientos, que en ellos podemos modificar el pasado, inventar el futuro, abolir las leyes de la física. El mejor envase que se ha inventado para la imaginación es el libro.

Pero lo único que no puede hacer la imaginación es imaginar lo que otro ha imaginado. Además, la mayoría de las presentaciones son, en esencia, lo mismo. Reducidas a sustancia, son loas al amigo, gestión de venta, pretendida ingeniosidad, despliegue de citas y conocimientos técnicos. Naturalmente, alguna vez la promoción superó la obra, pero las excepciones solo confirman la regla.

¿Entonces para qué sirve una feria del libro? Bueno, para lo mismo que sirve un banquete. A quién no le gusta ir a un banquete. ¿Cuándo los humanos hemos renunciado a lo espectacular y excelso? Es el holgorio de los libros, donde uno come y bebe más con el espíritu que con el cuerpo. Suerte de orgía espiritual, laberinto de la múltiple seducción.

Ese es un punto de vista, desde luego: hay otros más tangibles. Allí los editores exponen sus catálogos; los libreros maximizan ventas; los organizadores promueven la literatura, y, los escritores, pretenden que te enamores de su libro. Sin embargo, para enamorarse de un libro solo hay un método seguro: leerlo. Es como enamorarse de una mujer. Nada resuelve que te digan: tiene 90-30-90 de busto-cintura-cadera; es bellísima e inteligente. Tienes que verla y conversar con ella.

Y tampoco un amor progresa si no estimula soñar. El lector no es un voyeur, sino alguien que complementa la actividad creativa. Aporta la escenografía, da rostro a los personajes, se desdobla en cada uno de ellos y termina sufriendo o alegrándose por sus destinos. La relación entre libro y lector es de media naranja. Por eso una obra literaria casi siempre supera su mejor versión fílmica.

El mejor envase que se ha inventado para la imaginación es el libro.

He visto varias películas o series basadas en obras literarias: Madame Bovary, Anna Karenina, El Quijote. ¡Horror! La cámara funciona como una prótesis de la imaginación: pruebe usted a correr cien metros con una pata de palo y será lo mismo. Y más se sufre cuando es necesario mostrar los pensamientos del personaje.

En un libro el monólogo fluye de modo natural: las ideas y las emociones no son meras abstracciones, sino hechos que por lo común superan en intensidad la acción física; pero cuando en la película aparece un personaje no muy bien justificado, uno dice: “Caramba, lo incluyeron para que el protagonista comunique sus pensamientos”. Ya sabemos, menos lógico parecería que de pronto este empezase a hablar solo. Ciertamente, hay un poco de colonización en la filmografía. El director no solo impone el paisaje, el vestuario, y demás tramoyas; también pretende que te seduzca la mujer que él considera más bella. No sé, a mí casi siempre me gusta más la contrafigura o la actriz secundaria.

Pero también imaginar es más barato. El libro se ahorra todos esos carísimos despliegues pirotécnicos a que acostumbran las películas modernas: no hay explosión ni incendio como el que puede generar la mente. Ninguno tampoco es más auténtico.

Esto lo sabían muy bien los griegos de Homero, inventores de su propio “cine”. En el caos de estrellas cada noche veían desfilar sus mitos y hazañas. Nos es difícil imaginarlos bocarriba para que en lo alto surgieran batallas y monstruos. Cada constelación era un capítulo: Hércules, el León de Nemea, Cástor y Pólux, el enamoradizo Orión. Imagino el sobresalto de algún chicho cuando de pronto le mostraban a Algol, una curiosa estrella en la constelación de Perseo. Como esta varía periódicamente su brillo, era comparada con el ojo mortal de Medusa. Para nada era gracioso que de pronto la Gorgona pudiera convertirlo en piedra.

Hablando de piedras, en 1969 Neil Armstrong fue el primer humano que puso un pie en la Luna, un viaje que costó miles de millones de dólares. Sin embargo, para los griegos la Luna era una mujer bellísima: la diosa Selene. Supongo que alguna tarde, cuando la Luna llena asomaba en el horizonte, un aqueo le diera un codazo a otro y suspirante dijera: ¡Qué hermosa! Con absoluta seguridad no veía una gran roca cubierta de cráteres, sino los pechos rutilantes de Selene. Y para viajar hasta ella no hacía falta nave espacial.

Julio Verne fue un viajero incansable. En su imaginación, desde luego, porque en lo físico apenas anduvo por Escocia y Escandinavia. Con él no solo viajé a la Luna, sino que también di varias vueltas al mundo, incluyendo las profundidades oceánicas. Qué manera de conocer otras culturas sin apenas él salir de Francia y yo de Taguasco. Mi padre, que era un lector voraz, visto el flaco presupuesto de la casa, solía decirme: No te comas un helado, mejor viaja al centro de la Tierra.

La lectura es uno de los ejercicios creativos más sanos y gratificantes.

Sin embargo, tengo algunos amigos que se suponen universales porque se hicieron un selfie en el Partenón y otro en la Torre Eiffel. A veces da la impresión que les basta comerse un sushi en Okinawa para titularse en historia de Japón. Bajo esa óptica, inculto sería Lezama, que apenas estuvo en Jamaica y México, y solo por breve tiempo. Analfabeto Tolstoi que jamás salió de Rusia ¿Pero alguien en este mundo puede considerarse más universal que estos dos grandes “viajeros inmóviles”?

Es asombroso, muchas personas gastan una fortuna y arriesgan salud drogándose en vez de leer. Un gramo de cocaína es más caro que un gramo de oro, y, para qué sirve. ¿Para alucinarse o sentirse eufóricos? Caramba, y no es más sano y barato leer a Kafka o a Cervantes.

En fin, aquí estoy con la carga de libros que me traje de La Habana: buenos, bonitos y baratos como dice el eslogan. Leo y escribo, leo y escribo, porque son fábricas de la imaginación. Ciertamente, recién he llegado de un largo viaje; pero no tan largo como el que ahora emprendo sin siquiera salir de casa.

lunes, 10 de diciembre de 2018

M.A. Shaffer / A. Barrows - La sociedad literaria del pastel de piel de patata de Guernsey

Reseña de contratapa:
En un Londres devastado por las bombas y que empieza a recuperarse de las terribles heridas de la Segunda Guerra Mundial, Juliet Ashton, una joven escritora en busca de inspiración novelesca, recibe la carta de un desconocido llamado Dawsey Adams. El hombre, que vive en la isla de Guernsey, un pequeño enclave en el canal de la Mancha, está leyendo un libro de Charles Lamb que había pertenecido con anterioridad a Juliet. ¿Cómo ha llegado ese ejemplar hasta Guernsey? ¿Por qué Dawsey decide ponerse en contacto con Juliet? Dawsey es miembro del club de lectura La Sociedad Literaria del Pastel de Piel de Patata de Guernsey, creado en circunstancias difíciles durante la contienda, una rareza en tiempos de la ocupación alemana. Cuando Juliet acepta la invitación de estos excéntricos lectores para visitar Guernsey, entiende que ellos y su increíble sociedad literaria serán los personajes de su nueva novela, y su vida dará un vuelco para siempre.

Se trata de una novela muy particular, ya que está escrita en forma de cartas y telegramas. La historia se va narrando en forma cronológica a partir del intercambio de mensajes entre los diferentes protagonistas. Podría uno pensar que esto se tornaría lento y aburrido, pero no lo es en lo más mínimo. En algún sentido los diálogos se dan de una forma diferente, pero hace falta que uno abra un poco la cabeza. En la época actual donde la inmediatez del WhatsApp domina, pensar en un intercambio que dependa del mecanismo del correo tradicional parece absurdo, pero no lo fue en su época. No soy de la idea de que todo tiempo pasado es mejor, pero no puedo evitar preguntarme, ¿no nos iría mejor si antes de enviarle un mensaje a otro nos tomáramos el tiempo de escribirlo en un papel?. Las cartas se releían antes de enviarse, se buscaba la forma de comunicar lo que uno realmente quería decir. Hoy escribir un mensaje es ún acto rápido y fácil, es velozmente enviado y se espera una respuesta inmediata, lo que imposibilita pensar antes de escribir. Sumado a esto en muchos casos se dispone de anonimato, lo cual envalentona a los cobardes a escribir lo que no se animarían a decir de frente.

Volvamos a la novela. La protagonista Juliet es una escritora, con un carácter fuerte y sensible. Capaz de llegar a lo más hondo de las personas y comprometida con los vínculos que va generando. Todo comienza con una carta recibida de Guernsey. Poco a poco, se va involucrando con el lugar, su gente y y su historia, ocupada por los alemanes en la segunda guerra. Siempre mediante cartas, se entera de la existencia de la sociedad literaria que da nombre a la novela, una sociedad particular que surgió como escape a los habitantes de la isla durante la ocupación. Cuando ya parece que los conoce a todos, decide ir a conocer la isla. Aquí comienza lo mejor de la historia, que tiene algunos pasajes duros pero tiene un fondo lleno de ternura.

En resumen, una novela muy entretenida, que deja al lector con una muy grata sensación. Agradezco a N.K., quien me la recomendó. Destaco un par de reseñas sobre la novela, de miviajeliterario y de confiesoqueheleido.

Mi calificación es: