La historia está narrada en primera persona. Al comenzar, el protagonista, de quién nunca se devela el nombre, está a punto de recibir una visita particular. Se trata de un viejo amigo de su mujer a quién él no lo conoce que acaba de enviudar y que tiene la particularidad de ser ciego. Rápidamente nos damos cuenta que no es una visita deseada por él, ya que relaciona a este hombre con el pasado de su mujer, y si bien no fue pareja de ella, fue a lo largo del tiempo como una especie de confidente, por lo que sabe todo sobre el pasado y presente. Claramente, no lo quiere recibir y no deja de demostrárselo a su mujer.
Cuando el ciego llega, le hace algunas preguntas banales, lo invita un trago y luego pasan a comer. La conversación es básicamente entre su mujer y el ciego. Tras una abundante comida, comienza lo realmente interesante del cuento, de aquí en más no tiene desperdicio alguno. La mujer los deja solos y el protagonista, aburrido, prende la televisión. Obviamente el ciego no puede ver televisión, pero lo sorprende indicándole que tiene dos televisores en la casa. Poco a poco, los temas que van conversando van obligando al protagonista a situarse en el lugar del ciego. Más aún, es como que el ciego comienza a llevarlo a su mundo. Primero le pide que le haga descripciones sobre cosas que ven en la tele. En particular, le pide que le describa una catedral. Luego sube la apuesta: le pide que lo ayude a dibujar una. Y viene el final, en que el protagonista termina dibujando con los ojos cerrados junto con el ciego. Genial realmente.
Me parece un cuento formidable. Se me eriza la piel al terminar de leerlo, y eso que ya lo había leído tiempo atrás. El que quiera, está disponible para leer acá. Sin duda, se trata de un cuento inolvidable.
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